En fuertes dosis, existe una relación directa entre la cantidad de radiaciones recibidas y la patología inducida. Las radiaciones brutales, como las provocadas por la bomba atómica en Hiroshima y Nakasaki, pueden generar enfermedades durante décadas.
Los efectos biológicos varían también según la naturaleza de las radiaciones y los órganos alcanzados(ovarios o testículos son considerados 20 veces más sensibles que la piel) para el cáncer, o según su vía de absorción (oral o cutánea) y la susceptibilidad individual (capacidad a reparar su ADN).
En Japón, nubes invisibles llevando elementos radiactivos (yodo, cesium) son lanzadas por la central nuclear dañada y se mueven en función de la meteoreología y los vientos.
Para la población, expuesta a una contaminación por tales emisiones radioactivas, el principal riesgo es el de desarrollar un cáncer (leucemia, pulmón, colon…) con “un riesgo proporcional a la dosis recibida”, subrayó el profesor Patrick Gourmelon, director de la radioprotección humana en el Instituto francés de Radioprotección y Seguridad nuclear (IRSN).
En Japón, como medida preventiva se han repartido 200.000 dosis de yodo en los centros que acogen a los evacuados por el accidente nuclear en la central de Fukushima, al noreste de Tokio.
Las cápsulas de yodo, que por ahora no han sido administradas a la población, ayudan a saturar la tiroides y evitan así que esa glándula absorba yodo contaminado de radiactividad, si se produce un escape de ese elemento en la planta nuclear.
El cáncer de tiroides fue frecuente entre las personas que fueron expuestas a la radiación tras el accidente de Chernobyl, en Ucrania en 1986.Las distribuciones de dosis de yodo buscan frenar el cáncer de tiroides, en particular entre la población joven (bebé, niños, adolescentes, mujeres grávidas y que están dando de mamar…).
En caso de que se haya inhalado cesium 137, el organismo toma alrededor de dos años para eliminarlo, pero persiste décadas en el ambiente, según el profesor Gourmelon.
“Actualmente, no hay medidas particulares que se deben tomar para los habitantes de Tokio”, opinó el martes la hematóloga Agnès Buzyn, del IRSN, que desaconseja la administración prematura de pastillas de yodo, porque no sirve para nada.
La especialista estima que la zona de evacuación de 20/30 km establecida por las autoridades japonesas le parece “suficiente”, pero no deja de señalar el “impacto a la vez en el ambiente y posiblemente para la salud de las personas” que viven cerca de la central nuclear.
“En las personas que recibieron dosis bajas de radiación, el riesgo de desarrollar cánceres (leucemia, pulmón, colon, esófago, mama…) aumenta, como lo demostró Hiroshima”, señaló Gourmelon, indicando que “dosis bajas son menores de 100 millisieverts (mSv)”.
En el sistema internacional de unidades la radiación se mide en sieverts (Sv).
Después de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, la radiactividad causó la enfermedad y muerte a aproximadamente el 1% de las personas expuestas que sobrevivieron a las explosiones iniciales, recordaron los expertos. “6O años tras las explosiones de bombas atómicas en Japon, hay todavía un ligero número de más cánceres entre las poblaciones irradiadas”, indicó el experto Yves-Sébastien Cordoliani.
La cifra más alta de leucemias fue alcanzada siete años después de Hiroshima, indicó.
Fuente: AFP
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